jueves, 21 de agosto de 2014

ESTOCOLMO

El lago congelado,
por la tarde,
tiene una música lejana de pianos y violines,
arpegios y acordes de luz,
abrazados al viento helado,
que corre a buscar azul,
hacia el mar.
Los peces,
extrañan el aletear de los pájaros,
que no han vuelto a la Ciudad Vieja.
Pero,
como ocurre siempre en invierno,
Cuando el lago muestra sus espejos,
aparecen barcos fantasmas vikingos,
que vienen de la isla de Birka,
para mirar al cielo,
la aguja dorada del Palacio de la Reina.

La vida,
queda varada en el lago Mälaren,
hasta que el sol vuelva a besar a Estocolmo.